Ruta VII: Hayedo de Tejera Negra

Una de las cosas buenas que tiene vivir en la capital de España es su ubicación: estás en el centro de la península, así que puedes considerarte que estás «muy cerca» de casi cualquier sitio. Resultan muy numerosas las opciones para hacer pequeñas escapadas en moto en apenas dos horas a la redonda. En este caso hemos aprovechado un soleado día de domingo para hacer algo más que una ruta en moto: senderismo y del bueno por el hayedo más meridional de Europa.

Salimos temprano por la A-1 en dirección al puerto de Somosierra. Siempre que viajo sin mirar el reloj prefiero los puertos de montaña a los túneles, así que optamos por tomar el desvío por Somosierra y disfrutar de unas curvas maravillosas, solitarias, enriquecidas por unas vistas espectaculares. Pasado el puerto tomamos el desvío a Riaza y desde allí la carretera SG-V-111, desde la que se inicia la ruta por los Pueblos Rojos y los Pueblos Negros.

Nuestro objetivo era Cantalojas, pues desde allí sale la carretera que lleva directamente hasta la entrada al Parque Natural del Hayedo de Tejera Negra. Debo recordar, para el que no lo sepa, que los fines de semana de Octubre y Noviembre es necesario reservar el acceso al aparcamiento del parque natural. Se trata de las fechas más bonitas, pues los árboles de hoja caduca despliegan unos tonos muy llamativos justo antes de quedarse «pelados» para el invierno. El hayedo despliega en estas fechas una gama rojiza, amarillenta, ocre, una amalgama de tonos cálidos típicos del otoño que justifica que cientos de personas se peleen por admirar tal belleza natural. Si tienes reserva (hay que correr, porque desde que se puede reservar apenas pasa una semana y ya está todo agotado) no hay problema: se llega hasta una caseta de información y, tras el control pertinente, se toma una pista forestal que discurre durante 8 kilómetros a la vera del río Lillas hasta desembocar en el aparcamiento donde se inicia la ruta a pie. Si no tienes reserva, como ha sido nuestro caso, tienes que esperar hasta que, más o menos a las 13:00 horas, te indiquen que han quedado desiertas algunas reservas y por lo tanto puedes pasar.

A las 13:15, después de una pista forestal muy bonita, estábamos cambiándonos de ropa, guardando todo el traje de la moto en las maletas y cogiendo las botas de senderismo.

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De las tres rutas señaladas (hay muchas otras), elegimos la más corta, la llamada RUTA DE CARRETAS, marcada con balizas blancas. Se trata de un recorrido poco complicado, de unos 250 metros de desnivel y unas tres horas de duración.

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IMG_5695Lo primero que encuentras es el río Lillas, cuya belleza te acompaña durante buena parte del trayecto. Los colores de las hojas empiezan desde ese momento a llamar poderosamente nuestra atención.

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A medida que nos internamos en el hayedo, la vista se pierde por el musgo, las piedras y matorrales, los pequeños recovecos… y ahí empezamos a disfrutar de las setas, de todos los colores y formas, como corresponde a las verdaderas protagonistas de la estación.

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A veces tenía que desviarme mucho del camino para llegar hasta escondites secretos que me permitieron fotografiar magníficos ejemplares de Amanita Muscaria, tan bellas y tóxicas como ésta:

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Con tanta seta empezamos a tener hambre. No en vano, el sábado había preparado un magnífico rissoto de setas Cantharellus por mi cumpleaños, y sé que está mal decirlo, pero salió realmente sabroso. Así que tras fotografiar unas cuantas setas más, decidimos acelerar el paso para llegar a la pradera de Mata Redonda y tomarnos los bocadillos y la fruta que llevaba en la mochila.

Un poco antes de llegar a la parte más alta de la ruta, donde se encuentra la pradera y un magnífico mirador, nos encontramos con las llamadas carboneras, así como un panel informativo que explica el tratamiento tradicional del carbón tal y como se hacía antaño.

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Dentro de estas estructuras de madera se producía una combustión controlada de unos diez días de duración para la obtención de carbón.

Con la vista fija en llegar pronto a la pradera, seguimos deambulando con la mirada perdida entre tanta belleza…

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Una vez que llegamos hasta el mirador, aprovechamos para comer y descansar un poco (como dije, la ruta no es complicada, pero casi todo el desnivel lo cubres en la primera mitad, y si caminas a ritmo rápido puedes llegar bastante extenuado). Las vistas permiten disfrutar de picos altos como el de la Buitrera.

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La ruta circular sigue bordeando parte del hayedo en dirección de vuelta al aparcamiento. Las hayas, de un color rojo y amarillo intenso, van cediendo poco a poco su protagonismo ante otros árboles como los tejos, acebos y abedules. De hecho, puede visitarse un maravillo tejo milenario.

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Las hayas son reductos de épocas pasadas, cuando las grandes glaciaciones habían dejado casi toda Europa bajo un manto helado. A medida que las temperaturas comenzaron a subir, las hayas van desapareciendo, siendo frecuentes en los países del centro de Europa y el sur de la península escandinava, pero desconocidos en los países más cálidos. El hayedo de Tejera Negra, debido a sus peculiares condiciones de humedad y frío (temperaturas medias de -14º a 23º), conserva grandes masas de hayas, que se agrupan como pequeñas islas dentro de un mar de pinos y otros árboles más adaptados a nuestro clima.

Si la flora es llamativa, qué decirse de la fauna (corzos y zorros difíciles de ver cuando la gente va haciendo ruido sin parar), y dentro de ella las maravillosas abejas, gracias a las cuales podemos disfrutar de la famosa miel de la Alcarria.

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A las dos horas y media (fuimos a buen ritmo) estábamos de vuelta en el aparcamiento.

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Y, por suerte, la moto y los cascos seguían allí…

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De nuevo, trajes de senderismo fuera y a embutirse en los acorazados trajes de motorista. Un poco pesado, sí, pero es imprescindible viajar siempre bien equipado, protegido frente a las inclemencias meteorológicas y, obvio es, frente a las siempre imprevistas caídas.

Una vez preparados salimos de vuelta por la pista forestal camino a Cantalojas, no sin antes aprovechar para sacar algunas fotografías a modo de despedida de un parque natural que nos cautivó por unas cuatro horas de ensueño.

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Desde Cantalojas decidimos no tomar el mismo camino de vuelta, así que dejamos la carretera que iba a Riaza y tomamos la que GU-146 dirección a Galve de Sorbe, donde nos esperaba su impresionante castillo.

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Desde Galve cogimos la CM-1006 y luego la CM-1111, cruzando el Alto del Campanario (precioso) para llegar a Cogolludo, y de allí a Humanes y Guadalajara.

Las carreteras estaban solitarias, permitiéndonos disfrutar al máximo de todo el esplendor de la naturaleza a menos de cien kilómetros de la capital. En una ocasión nos adelantaron dos BMW 1200GS, que nos acompañaron unas cuantas curvas antes de perderlos de vista.

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No teníamos intención de parar en Guadalajara, pero han sido tan buenos los ratos que allí he pasado y tantos los gratos recuerdos que esta localidad me trae a la memoria, que no pude evitar una sesión de fotos improvisada en el mejor monumento de Guadalajara: el Palacio del Infantado.

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Los tonos anaranjados del atardecer reforzaban a la perfección la calidad de la talla que adorna la fachada de este monumento, cuyo estilo gótico isabelino (pero con adornos renacentistas y mudéjares) no deja indiferente a nadie.

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Y así, con la imponente figura del Cardenal Mendoza despidiéndonos de sus dominios, termino esta pequeña escapada y esta más pequeña y humilde crónica.

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PD: Hace dos años empecé a trabajar en una novela cuya acción fundamental transcurría en el Hayedo de Tejera Negra y que contaba con la aparición del Cardenal Mendoza. Hoy, tras volver a pisar los «decorados» de esta película que tengo en mi cabeza, he decidido ponerme manos a la obra de nuevo, esperando que los catorce capítulos que llevo escritos lleguen a buen puerto alguna vez.

¡Deseadme suerte!

Categorías: A todo gas | Etiquetas: | 3 comentarios

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3 pensamientos en “Ruta VII: Hayedo de Tejera Negra

  1. Pingback: Hayedo de Tejera Negra

  2. raul

    Bonita cronica y suerte con el libro. Cuando lo acabes me dices el titulo que soy un gran lector

    • Muchas gracias por el comentario. Mientras que sale el libro (no quiero ni imaginarme lo que puedo tardar…), puedes echarle un vistazo a los relatos que están en el blog. No son gran cosa, pero igual pueden entretenerte un rato.
      Un abrazo

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